Salir a matar

21 julio, 2020
3-2019
Texto no ficción realizado por Laura Rothberg en noviembre de 2018.

“Poder pasar una buena noche, salir de gira, de fiesta o pasarla bien, y volver sanas y salvas a nuestras casas, no debería ser una cuestión de suerte para nosotras” – reflexiona Laura Rothberg en este texto escrito a partir del fallo de los jueces Pablo Viñas, Facundo Gómez Urso y Aldo Carnevale por el femicidio de Lucía Pérez.

Contacto: FB @lau.rothberg  | IG @lalarothberg

 


 

Salir a matar

Hace unos días salí a tomar algo con una amiga. Entre una cosa y otra, terminamos en un bar donde se podía bailar un poco. Conocí un chico, extranjero, estaba de paso en buenos aires unos días por trabajo y había aprovechado para conocer la noche porteña.

Después de un par de tragos, charla y poco baile, decidí irme con él. Me había gustado. Su tono y su paso tranquilo me habían dado la confianza suficiente de proponerle irnos a otro lado.  Sin embargo, antes de salir del bar dudé un instante y le sugerí que fuéramos a mi casa. La seguridad de lo conocido. El destino turístico de la zona, hizo que el bar quedara a pocas cuadras de la casa donde se hospedaba el extranjero. Ganó la comodidad, y salimos juntos del bar.

Ya en su casa, implemente una vez más, el sistema de seguridad que tengo con mi hermana y un grupo de amigas: les mande como acostumbro, la ubicación del lugar por whatsapp, y les avise que al día siguiente me contactaba para asegurarles que estaba todo bien. Un par de mensajes con recomendaciones y emojis de palmas, y dejé el celular. La noche transcurrió como esperaba, la pase bien y conocí una persona hermosa.

A los pocos días, me enteré que se había dictado fallo en la causa del asesinato de Lucía Pérez. Los jueces Pablo Viñas, Facundo Gómez Urso y Aldo Carnevale, consideraron que no hubo abuso sexual, ni femicidio. De los tres acusados, uno fue absuelto y los otros dos fueron sentenciados a 8 años en prisión por venta de drogas. Para los jueces ninguno de los 3 tiene responsabilidad en la muerte de Lucía Pérez, una chica de 16 años, que el 8 de octubre de 2016, entró al departamento de una persona que apenas conocía y terminó muerta en una sala de hospital.

Los argumentos que utilizaron los jueces, que sin dudas no aplicaron la perspectiva de género en su análisis del caso, son como mínimo indignantes y misóginos: “Todo se dio en un marco de normalidad y naturalidad, todo fue perfectamente querido y consentido por Lucía Pérez”, “Lucía era de tener relaciones con hombres a los que apenas conocía pero que eso ocurría por propia elección y cuando ella lo quería”. Entre otras cosas, también sostuvieron que Lucía por su carácter, personalidad y experiencia “no podía haber sido violada”. Si para los jueces no hubo abuso (a pesar de Lucía era menor de edad), si no hubo violencia (ya que su fuerte carácter así no lo hubiese permitido), si no hubo violación (porque a pesar de la cantidad de drogas en su cuerpo, consideraron que hubo consentimiento para tener sexo), está claro que para ellos, Lucía se murió por su culpa.

Publiqué mi enojo por este fallo vergonzoso en mis redes, y mi amigo extranjero me escribió diciéndome que era terrible lo que había pasado, que yo debería tener más cuidado y que había tenido suerte. Sus palabras no fueron con mala intención. No lo culpo, forma parte de un gran porcentaje de la sociedad que aún no entendió que no somos nosotras las que deberíamos cuidarnos. Simplemente no deberían violarnos,  punto.

Poder pasar una buena noche, salir de gira, de fiesta o pasarla bien, y volver sanas y salvas a nuestras casas, no debería ser una cuestión de suerte para nosotras. Me pregunto cuántos recaudos son suficientes para garantizar tu seguridad una noche con un extraño. Me pregunto cuántas estrategias, le aseguran a una mujer que el chico con el que está por tener sexo, no va a violarla, matarla y tirar su cuerpo al basurero después. Me pregunto también cuántos hombres les mandan mensajes a sus amigos avisando que están con una desconocida. ¿Cuántos les escriben al día siguiente para contarles que están bien? Y cuando digo bien, me refiero a que están vivos. Supongo que casi ninguno, porque aunque todavía cuesta verlo, a los hombres no los matan ni los violan, por tener una noche de sexo, drogas y alcohol. A nosotras sí. Y no importa si somos cuidadosas y mandamos mensajes, si solo nos acostamos con conocidos, si no tomamos mucho, o si directamente no tenemos sexo, porque al final, parece que la cuestión, sólo se reduce a la suerte, el azar de que esta vez, no te tocó ningún chico que haya querido matarte o violarte. ¿De verdad creen que nosotras somos responsables de esa suerte?





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